martes, 9 de octubre de 2012

SAN PABLO DE HEREDIA, ESCENARIO



Trono del Señor del Gran Poder
 El cantón de San Pablo es el lienzo sobre el que los Cofrades Templarios dibujan la sinfonía plástica de las procesiones. Pero San Pablo no es un lienzo blanco, sino que sus calles, su parque y jardines, sus casas de adobe y sus trozos de cielo delimitan un trazado que cambia con los años y al que sucesivamente han debido adaptarse los cortejos para que los tronos y músicos que preceden a éstos discurran con franquía.


Sin embargo, tratándose de la Semana Santa, también el lienzo de la calle se amolda a las procesiones. Aceras que se estrechan, rampas que surgen, anuncios luminosos que se pliegan, y, sobre todo, automóviles que desaparecen del centro y los barrios. Pocas sensaciones tan plácidas como ese silencio inusual que las tardes de Semana Santa, servida la sobremesa, se cuela por las ventanas desde la calle. Ese silencio sólo turbado por el murmullo de gentes que van y que vienen, que charlan y que ríen, que viven intensamente mientras un rumor lejano de tambores va creciendo en el antepecho de la ventana hasta licuar el aire en incienso sobre la vieja mesa del comedor de la abuela.

En Semana Santa, San Pablo, su pasado y su historia, revive y se reencuentra así misma en lo que fue y quizá nunca debió dejar de ser. Gentes que regresan por una tarde a los barrios que abandonaron años atrás, niños que descubren sus raíces en el paso de una procesión, añejas fachadas que ven curadas sus heridas. Y es que la Semana Santa nos hace vivir el pueblo que recordamos y acaso el pueblo que soñamos... Mas las procesiones poseen escenarios concretos que el cantón le ofrece. Está el recorrido oficial, sobre los ejes de las vías de la Iglesia Parroquial, el Parque de San Pablo, la calle ancha y la vía a la ciudad de Heredia que inicia desde la Filial de la Puebla hasta la Iglesia Parroquial. Otro de los escenarios urbanos más importantes de la Semana Santa es la antigua Iglesia Parroquial y sus alrededores, por donde discurre la estación de penitencia.

Ciertamente las escenas de mayor belleza plástica que ofrecen las procesiones en combinación con la localidad tienen lugar en este marco monumental. No sólo el discurrir del cortejo por los aledaños de la Parroquia, sino también y muy especialmente, su tránsito por las calles que conservan aún, casas de adobe y teja constituyen saltos visuales en el tiempo que nos aproximan y casi nos sitúan en la urbe de un siglo pretérito hasta hacer percibir a cualquiera, una inopinada melancolía por una época que, paradójicamente, no fue vivida.

Otro vértice excepcional de las procesiones en el que la Semana Santa pableña cobra su plena dimensión como fiesta se realiza con el ceremonial oficial que rinde la presidencia a sus Titulares, previo a las salidas y encierros de los Santos Titulares.

Salen los pasos de su lugar de cobijo y por un instante, cofrades y pueblo se convierten en más que protagonistas. Desde el silencio más intimista, unido a la más seria actitud de recogimiento, será en la salida y en el encierro donde esta Hermandad encuentre a sus incondicionales, a las gentes que saben cómo hay que ver a esa cofradía porque sienten una devoción sincera por sus imágenes titulares y porque albergan en sus pechos un apego irrenunciable. Cada salida y cada entrada de tronos es semejante pero distinta.

Cada salida y cada encierro es emocionante porque es la única hasta el año que viene. Y cada salida y cada entrada es especial y acaso irrepetible porque quién puede asegurar que para él no será la última... 



Trono Regina Martyrum

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